Wednesday, November 14, 2012

Anxious & Scared

No tengo ganas de hablar, a decir verdad, pero me dieron ganas de hacerlo por acá, después de tanto tiempo de silencio.

El martes pasado cumplí la semana 36 de gestación, lo que significa que el bebé en mi panza está casi listo para salir. Casi. Ese mismo día pensé que había roto bolsa (me ahorro los detalles) y fuimos al hospital. Si bien fue una falsa alarma, algo sucedió porque desencadenó lo que en este país se conoce como slow labour.

Con Inés esa etapa duró una semana exacta: cumplidos los siete días, rompí bolsa (sin duda alguna), fuimos al hospital y 30 eternas horas después conocimos a nuestra hija... y nuestra vida cambió para siempre.

En este caso, los últimos ocho días han ido de más o menos a bastante malos y ayer volvimos al hospital por tercera vez en una semana. Aclaro que yo ya sé cómo se manejan en estos casos y acudo al hospital sólo cuando lo considero imprescindible y después de haber llamado por teléfono a una partera un par de veces para asegurarme de que la solución no es "tomarse dos paracetamol y descansar".

Ayer estaba con mucho dolor, fue el día más doloroso en este embarazo sin dudas. Contracciones, aunque no muy regulares, acidez, dolores varios, ganas de pujar... todo junto. Me torcía de dolor y aullaba, bien primitivo lo mío. Así que Glen llamó y fuimos. Me había tomado una codeína y empezó a hacer efecto en el camino, para cuando llegué al hospital ya estaba mejor pero seguía con dolores. Me monitorearon durante un par de horas y decidieron que me iban a dejar internada con la posibilidad de hacerme una cesárea hoy (que justo es el cumple de mi cuñada).

Ah, si, un dato importante es que este bebé también viene de cola, sospecha que yo tenía desde hace unas semanas y fue confirmada con una eco el martes pasado y una más ayer. Parece que mi pelvis no admite cabezas porque ambos embarazos han sido en esta posición. Así que no tengo más la alternativa de un parto natural y vamos derechito al quirófano cuando llegue el momento.

Ayer se cumplía mi semana 37, momento en el que, según todas las páginas de maternidad, la criaturita está en fecha. Lo que yo no entendía, hasta anoche, es que los pulomones hacen un último esfuerzo cuando el bebé pasa por el canal de nacimiento en un parto normal, cosa que ya sabemos que mi bebé no va a hacer. Por lo tanto, lo de la semana 37 no es aplicable a los casos en que nacen por cesárea. Los médicos creen que si el bebé naciera ahora existe la posibilidad de que tenga problemas respiratiorios, por lo que me inyectaron esteroides para ayudar a los pulmones del bebé a madurar lo antes posible.

Anoche pasé una mala noche. Odio estar en el hospital: la comida, el calor, el ruido constante, las luces, las salas con camas múltiples, las vecinas... Gracias si llegué a dormir tres horas. Además, tenía una sensación tan extraña, una mezcla de ansiedad extrema por conocer al bebé, saber qué es, poder darle un nombre, compartir la noticia con Inés (y el resto del mundo) que espera con tanto amor... Pero por el otro lado tenía mucho miedo, miedo de que mi bebé no esté del todo cocinado y que salga antes de tiempo. Ya aguanté tantos meses, ¿qué me hacen un par de semanitas más? Además, si bien una cesárea es una intervención que se hace decenas de veces por día en ese mismo hospital, no deja de ser una operación. Un nacimiento en sí es un riesgo y me preocupa pensar en la minúscula posibilidad de no poder disfrutar de mis hijos y de Glen.

Hoy estoy muy cansada y malhumorada, supongo que es por eso también que prefiero hablar con el blog que con la gente directamente.

A pesar de esto estuve mucho mejor y cuando la doctora me pregunto al mediodía si quería volver a casa mi respuesta fue un sí enorme y hasta con sonrisa, siempre y cuando no afectara al bebé. Así que me controlaron durante el día y cuando llegaron mis amores en el horario de visitas (¡cómo los había extrañado!) pudimos volver a casa juntos en familia. De tres, por ahora. Como le dije a Glen, fue nuestro dress rehearsal.

Por un lado no quería contarle a todo el mundo que estaba camino al hospital, porque genero expectativas en los demás y en mí misma. Además recuerdo que me molestaba mucho cuando estaba en la recta final con Inés y tenía mensajes a diario (y en algunos casos de las mismas personas) preguntando si ya había nacido. Ella se pasó nueve días, nueve larguísimos días, en los que yo estaba que explotaba y que caminaba por las paredes.... cada mensaje me ponía de peor humor; convengamos que no soy tímida ni calladita y ¡era más que obvio que cuando naciera mi hija lo iba a comunicar a los cuatro vientos y en dos idiomas! En ese momento me dí cuenta de lo densa que había sido con otras embarazadas y cambié mi actitud: ya no las atosigo más por más que me muera de ganas de recibir un parte diario.

Esta vez pensé en ser más discreta y sólo informamos a la familia cercana (padres y hermanas), pero al final tuve que contar porque la gente se interesa, hace preguntas y tampoco me da por mentir, especialmente cuando nace de las buenas intenciones de los demás. Eso ya es mucho. Lo que si les pido, amigos y familiares (si leen esto), es que me tengan paciencia, como diría El Chavo. Si me mandan un mail y me cuelgo, si me escriben por Facebook/WhatsApp/texto/paloma mensajera y no les respondo de inmediato, les ruego comprensión. Todos los días no son iguales y a veces, sinceramente, no tengo tantas ganas de hablar.

Y quédense más que tranquilos que cuando haya algo para contar, se van a enterar. Y habrá fotos, quizás (seguramente) demasiadas.

1 comment:

mardevientos said...

Eppaaa Ceci qué largo este post, pero que claro todo al final.. Espero noticias estoy curiasa, y ansiosa, aunque menos que vos, por saber si Ines tiene un hermanito o una hermanita, por saber como lo llamaran, por saber que salio todo bien, pero PACIENCIA!
BESOS
M.